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Rosi un día se sintió perdida,

pero de esa perdición profunda,

la que es del corazón.

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Ya no sabía quién era, lo que podía o no hacer

-ni si podía querer-

oía voces de todas las personas,

acerca de sus gustos u ocupaciones,

y quería urgente saber su camino,

y sus gustos también.

Y decidió dejar de oír a todos,

y escuchar a su propio corazón.

Entonces, oyó fuerte en sus adentros,

como solo es posible en el silencio,

la voz más dulce y serena:

confía y siente,

sujétate de tu corazón, amando,

que yo iré siempre contigo,

y no será necesario conocer el camino,

y cuando algo te parezca difícil o triste,

y sientas que ya no puedes continuar,

entonces imagina.

Imagina y siente

como yo desplego las alas

más doradas y hermosas que hayas podido imaginar,

que así será.

Continúa amando lo que puedas,

y suelta lo demás,

tan solo confía, siente e imagina

que acontece lo más hermoso que tú anhelas que suceda,

y confía,

que yo haré lo demás para ti,

si es preciso volando.

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