La experiencia nos ha demostrado que solo las sociedades mejor formadas, tanto científica como cultural y educativamente, son las que mejor y más rápido se han adaptado a estas circunstancias. En ese sentido, Chile aún tiene mucho que avanzar.
Este cambio de año es bueno preguntarse: ¿cómo recordaremos un 2020 marcado por el coronavirus? ¿Podremos sacar algo positivo de una experiencia tan trágica y dolorosa a nivel individual y social?
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La dosis de realidad primero señala que no será un 2021 fácil. Por una parte, está la llegada de la vacuna, que nos da algunas luces para poder superar el covid-19; y, por otra, está la crisis económica que afecta a millones de familias.
Entre los aspectos negativos que vivimos durante 2020, podemos señalar la pésima actitud de las autoridades, locales y nacionales, que pretendían imponer una “falsa normalidad”, que en la práctica sonaba hasta ridícula, que no solo generó tensión y desgaste en la población, sino que además no contribuyó a palear la pandemia, al contrario, las cifras negativas nuevamente se han elevado en gran parte del país y varias comunas han retrocedido de fase.
En cuanto al ámbito económico, no podemos negar que fueron los trabajadores y las familias quienes pagaron el costo que implicó detener las actividades y “quedarnos en casa”.
Desde el Gobierno se generaron ayudas, a través de bonos y cajas de alimentos para la población más vulnerable, como si fueran una especie de regalo, situación con la que estoy en completo desacuerdo. La asistencia que entrega el Estado a alguien en necesidad y urgencia no constituye un regalo, sino el cumplimiento de la función por la que este justifica su existencia: el bien común.
En lo positivo, debemos recalcar una vez más las muestras de solidaridad, cariño y apoyo vecinal frente a la crisis. Se organizaron ollas comunes, se colaboró con vecinas y vecinos que resultaban contagiados, incluso hubo personas que se dedicaron a hacer llamadas a aquellos que se encontraban sin familiares o amigos, todo con objeto de acompañarse aun a la distancia. Y, pese al evidente desgaste, todas esas acciones siguen desarrollándose día a día en los territorios.
No obstante, yo cerré el 2020 con una sensación de vulnerabilidad y fragilidad. Estamos en una época donde cualquier cosa puede pasar. A su vez, la experiencia nos ha demostrado que solo las sociedades mejor formadas, tanto científica como cultural y educativamente, son las que mejor y más rápido se han adaptado a estas circunstancias. En ese sentido, Chile aún tiene mucho que avanzar.
Por ahora, debemos seguir cuidándonos y manteniendo la distancia de nuestras familias y seres queridos, aunque tengo la esperanza de que pronto volveremos a abrazarnos. ¡Bienvenido 2021!
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