Con marzo  se ha inicia el acostumbrado ciclo de actividad, en donde la escuela y el hogar se aprestan a enfrentar sus respectivas obligaciones, unidas ambas con un mismo fin, "empezar un nuevo año académico”.

De esta manera el medio escolar despierta a sus quehaceres habituales, mientras que los padres de familia se abocan a una gestión más bien rutinaria de apoyo económico y material, como los son "la matrícula del hijo" en tal o cual escuela y los correspondientes gastos por el uniforme, útiles escolares y libros. Actividades que se realizan por lo general dentro de un ambiente característico de agitación y premura, buscando lo mejor y lo más barato sumado a ese común nerviosismo de las cosas hechas a última hora.   

Todo lo anterior, dentro de esa natural preocupación de los padres por querer que sus hijos comiencen el nuevo año en óptimas condiciones.

Los hijos por su parte hacen otro tanto, pues por lo general, unos más que otros, después del período de descanso se sienten motivados a volver al colegio para enfrentar sus nuevas obligaciones.

En los colegios a su vez,   bajo un ambiente de optimismo y de una natural alegría causada por el reencuentro, los estudiantes entran en acción con esperanzas y bríos renovados, contándose entre compañeros las novedades y experiencias vividas durante sus vacaciones, las anécdotas ocurridas.

Así a partir de Marzo todo comienza a estar dispuesto. Los padres con sus responsabilidades en el trabajo en el hogar y los hijos estudiantes y docentes en la escuela.

En este panorama que se hace característico cada año, los alumnos deben enfrentar una vez más su principal tarea, "el estudio".

En tales instancias cabe hacernos las siguientes reflexiones:

• ¿Cuántos de estos estudiantes obtendrán un buen provecho de las experiencias desarrolladas durante el año anterior, en especial con tantísimas movilizaciones y paros?
• ¿Cuántos habrán logrado aprender de esos comportamientos demostrados?
• ¿Qué deberán mantener, mejorar o suprimir en su gestión escolar?
• ¿Cuántos se habrán preocupado de evaluar los resultados alcanzados en el ámbito escolar?
• ¿Cuántos de ellos no estarán dispuestos a cometer los mismos errores?
• ¿Cuántos podrán mejorar sus actitudes en esta nueva etapa que está por comenzar?
• ¿Cuántos estarán conscientes de que estudiar no es una actividad que se pueda hacer de manera improvisada?
• ¿Cuántos de ellos tendrán claro de lo que piensan hacer y no hacer durante este año?
• Pero por sobre todo, ¿Cuántos estarán realmente dispuestos a asumir sus nuevas tareas con responsabilidad desde su inicio?   

Así, de esta manera, lenta y progresiva comenzarán de nuevo las acciones, tanto en el orden familiar como escolar.

Profesores, alumnos y padres y apoderados en una estrecha y muy particular relación.

Comenzarán pronto a conjugarse los nuevos planes y programas de estudio, propósitos, tareas, trabajos y desarrollo de estrategias, factores y elementos diversos que a su vez irán generando nuevas y continuas respuestas, con efectos distintos en la vida de cada estudiante, de acuerdo a las propias condiciones sociales e individuales que les tocará vivir.

Cabe preguntarnos ¿el Gobierno por fin será capaz de generar políticas de Estado que verdaderamente satisfagan los intereses y el clamor de los estudiantes? ¿Será capaz de llegar a un acuerdo valedero y concreto con los líderes de los movimientos estudiantiles y evitar así continuar con los conflictos?   Es de esperar que así sea, puesto que la obstinación y la intransigencia a nada bueno conducen, y lo digo en relación a todos los actores involucrados

Es de esperar en consecuencia que el presente año escolar, sea una gestión productiva, tanto en los aprendizajes como en el logro de un proceso tendiente a una formación humana y profesional de calidad que apunte diametralmente al progreso de económico, social y político de nuestro país.