El pasado viernes el periódico norteamericano The New York Times publicó una columna de opinión sobre la difícil situación política y social de 3 gobiernos sudamericanos: Perú, Argentina y Chile.

En el texto, el politólogo Alberto Vergara hace un duro análisis de la gestión de 3 presidentes empresarios: Macri en Argentina, Kuczynski en Perú y Piñera en Chile. "Este año las desigualdades latinoamericanas se hicieron más visibles e intolerable (…) las tres presidencias confiaron más en el mundo empresarial que en los ciudadanos y poblaron el Estado con élites económicas habituadas a burbujas sociales", sostuvo Vergara.

El académico tuvo palabras especiales para nuestro país y el estallido social del 18 de octubre. Criticó la respuesta del gobierno de Piñera y su “soberbia gerencial” y sostuvo que "los nubarrones de una destitución constitucional se han aligerado, pero no desaparecido", refiriéndose a las violaciones a los derechos humanos durante las protestas.

Vergara cerró su texto con una pregunta que se planteó en 2016 sobre la política chilena, "¿Por qué la élite política chilena es incapaz de entender a su sociedad?".

Sus palabras no fueron las únicas, y es que el columnista Aquiles Esté también dedicó un artículo para analizar la situación chilena. “Decenas de manifestantes querían aprovechar la visibilidad del Festival de Viña del Mar para dejar claro que la ira colectiva sigue despierta. Con esto se confirma que la “marca Chile”, la noción generalizada de que ese país es la democracia más estable y próspera de América Latina gracias a su revolución capitalista, está rota”, sostuvo Esté.

Refiriéndose a las reformas neoliberales implantadas “a sangre y fuego” por la dictadura, el columnista escribió que “los gobernantes de la democracia no alteraron estos fundamentos, lo que permitió el aumento grotesco de las tasas de desigualdad”.

El columnista también defendió los avances del modelo neoliberal y lamentó que nuestro país se haya dejado “seducir por el populismo mesiánico”. Finalmente, cerró su texto sosteniendo que “Chile debe seguir siendo un modelo para todos, por lo que es requisito defender los avances que permitieron su estabilidad pero sin dejar de buscar las condiciones de una prosperidad compartida. Ese debería ser el destino de la nueva marca Chile”.

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