“La actual banalidad del feminismo”

“La actual banalidad del feminismo”

23 Marzo 2021
A casi 3 años del Mayo feminista, el que se ha extendido a través de un movimiento que no ha transado la calle, la evidencia de los logros concretos sigue empantanada.
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8M, Igualdad de Género

Marcela Mandiola C. Ph.D., Universidad Alberto Hurtado y Experta Hay Mujeres 

Autodeclararse feminista parece ser una forma facilista de sobrellevar las exigencias de la ‘nueva normalidad’. A modo ejemplo, el pasado 4 de enero, en el programa de CNN Chile “Aquí Se Debate”, los precandidatos presidenciales Francisco Vidal, Heraldo Muñoz y Jorge Tarud se reclamaron como tal en respuesta a la pregunta directa de quien los entrevistaba. Para justificar sus dichos aludieron a la militancia de una colega mujer, de una hija, y peor aún, a la invaluable ‘ayuda de las mujeres’.

A casi 3 años del Mayo feminista, el que se ha extendido a través de un movimiento que no ha transado la calle, la evidencia de los logros concretos sigue empantanada detrás de la lógica del disimulo, en ese eterno “como si” de los chilenos. La palabra ‘mujeres’ o la palabra ‘género’ aparece en casi todos los titulares, los análisis técnicos, las propuestas de ley, de trabajo, de política pública, la publicidad, los medios, los libros, la moda, y hasta en los utensilios. Las marchas del 8M han sido masivas, se han multiplicado hasta el infinito los colectivos morados y los pañuelos verdes y el colectivo Las Tesis pusieron a Chile literalmente en boca de todo el mundo. Sin embargo, en la calle, en el trabajo, en la casa, en el día a día, las mujeres seguimos experimentando opresión, violencia e injusticia. La pandemia solo vino a hacer aún más difíciles nuestras vidas.

Mucho ruido, pocas nueces. La masificación de las temáticas de género que permite que cualquiera se cuelgue el letrero de la equidad y se arrogue la pertenencia al bien visto “club de los de rosados”, no hace más que despolitizar la lucha feminista. Claro, si todos, todas y todes somos feministas, entonces, aquí no hay ningún problema que denunciar ni cambio alguno que propiciar. De ese modo se desestiman y minimizan las demandas, se convierte en letra muerta lo que se ha logrado legislar y se desprecia la causa. Posiciones de poder que buscan, a través de este facilismo, subirse a un supuesto carro de la victoria lavándose las manos. Al final se dejan las cosas como estaban insistiendo en normalizar la desigualdad.

“Si no puedes contra ellas, úneteles” parece ser la estrategia. Una estrategia que no es inocua, que no es ingenua, una maniobra irresponsable y peligrosa. Despolitizar la lucha feminista es una táctica que conviene a quienes se ven seriamente amenazados por sus avances y logros. Negar sus demandas y obviar las injusticias que se denuncian es la manera de seguir en el poder. La mejor guerra es la que no se pelea dirán. Desconfirmar de esta manera la causa feminista es echar mano de la más antigua de las estratagema de opresión hacia las mujeres: silenciar su voz, patologizar sus demandas e invisibilizar su presencia.

Declararse feminista es asumirse ‘aguafiestas’, tal como nos advierte Sara Ahmed. Pararse desde el feminismo es estar dispuesta a pinchar la burbuja, a rayar la pintura, a romper el espejismo de la naturalizada complacencia patriarcal. Se trata de subvertir el orden y visibilizar el problema. En resumen, ‘aguar la fiesta’ de la desigualdad que nuestros improvisados y oportunistas feministas de tertulia televisa se esfuerzan por mantener en pie.