Hijo: ¿por qué te comportas tan mal?

Hijo: ¿por qué te comportas tan mal?

13 Mayo 2011

Para introducir este tema, deseo primeramente preguntar a usted mi estimado padre o madre lectora: ¿Cuántas veces que ha tenido que reprender a su hijo, niño, púber o joven adolescente por su mal comportamiento?

Omar González H... >
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En su cabeza deben sonar preguntas como:… ¡Por Dios hijo!...¿Por qué no me obedeces?...¡No se qué voy a hacer contigo, ya me tienes aburrido, de aquí en adelante ni Tele, ni permisos, ni amigos!  ...¿me oíste?  ¿Por qué no me respondes cuando te  llamo o te hablo?, ¿Por qué me mientes?, ¿Por qué eres tan desobediente?, ¿Por qué eres tan irrespetuoso? ¿Por qué me haces esto a mí, o acaso no ves todo lo que yo me sacrifico, es así cómo me pagas?, ¡lo que pasa que eres un inservible, un flojo que no sirves para nada!, ¿Por qué no le aprendes a…?   ¡Mira si no te comportas mejor te voy a poner a trabajar, eso es lo que voy a hacer!, ¡de aquí en adelante te voy a tener bien cortito y me vas a tener que entender a la buena o a la mala! …¡Otra vez que me llamen del colegio te las tendrás que ver con tu padre y él que sea tu apoderado! …¡porque yo ya me aburrí!  


Y finalmente esa habitual y absurda pregunta…¿por qué te comportas tan mal?.  

Digo absurda por no decir “desatinada e ignorante pregunta” puesto que muchas veces ni siquiera el propio hijo sabe las razones.


Frecuentemente, de un mal comportamiento es factible afirmar que puede ser tan solo una reacción propia de la edad, de una etapa de desarrollo en que actuar así constituye para un hijo o hija un claro desafío a los adultos o una forma de autoafirmar el propio yo, o quizás un comportamiento que pueden ser tan solo un fiel reflejo de lo que ese hijo ha observado de sus padres y lo que es más probable un comportamiento o una actitud que venga con los genes y que se muestre como práctica en esa conducta heredada de alguno de sus padres o abuelos.


Por cierto, los padres tampoco podemos ignorar o desconocer que somos los responsables directos de cualquier trastorno que pueda observarse en el comportamiento de los hijos, especialmente cuando ello tiene que ver con reclamos o quejas de alguna autoridad, como suele ocurrir las veces que tenemos que asistir al colegio por “algunas embarrada que se ha mandado nuestro hijo o hija”,  citaciones que muchas veces la escuela hace con el propósito de  acusar o hacer algún reclamo, y entonces resultará obvio que tal actitud genere en los padres medidas correctivas,…lo terrible o lo trágico es que muchas veces estas acciones se hacen de manera…¡extremadamente autoritaria!, con cuestionamientos, chantaje emocional, reprimenda, regaño y peor aún con castigo físico y verbal, con actitudes y expresiones como las señaladas al principio y que por desgracia se repiten con tanta frecuencia en el ámbito familiar, con lo cual lejos de ayudar a los hijos a superar sus dificultades, ya sean estas relativas a su comportamiento personal en relación con sus pares, con sus hermanos, familiares o con sus propias responsabilidades escolares, ello puede ocasionar una mayor desorientación en ellos, originando sentimientos de culpa y, por ende, conflictos consigo mismo y con los demás,  actitudes de rebeldía, mayor desobediencia, más agresividad y rechazo a las normas, inclusive con graves trastornos en su estado emocional, traducidas en ansiedad, estrés y  síntomas depresivos con notorias repercusiones en el plano social y afectivo.


En tal sentido cabe preguntarse ¿Cuántos hechos vandálicos o delictuales se manifiestan hoy de manera recurrente en algunos jóvenes?, tal comportamiento delictual ¿no se habrán generado a partir de situaciones aparentemente tan simples como estas en su hogar?, hogar que muchas veces ni siquiera cuenta con la presencia de un adultos responsable y entonces la crianza y la formación moral marcha a la deriva con las nefastas consecuencias que por desgracias ya nos estamos acostumbrando a ver en mas de algún noticiero.


Efectivamente, pese a todo lo dicho hasta ahora, esta realidad no es tan simple como parece.   Mi larga experiencia como consejero educacional y vocacional, me ha demostrado que mucho de los problemas que experimentan los hijos tanto en la escuela como en el hogar, obedecen ciertamente a causas, por cuanto todo individuo, sea niño, joven o adulto cuyo comportamiento ante los demás sea claramente negativo, indudablemente tiene que ver con una situación que refleja “síntomas de necesidades no cubiertas”, es una expresión externa de que algo anda mal en la vida personal tanto como social de este, y en consecuencia se deben buscar a tiempo soluciones acertadas que cada caso amerite.


En situaciones especificas que ataña a la vida de un niño o de un adolescente escolar, la búsqueda de medidas remediales mas que ser una urgente necesidad, se transforma entonces para los padres en una obligación y una responsabilidad que debe ser asumida de inmediato, requiriéndose en lo posible la ayuda de algún especialista (orientador, psicólogo, medico, asistente social o psicopedagogo).


Tratar de arreglar el problema conductual o comportamiento no deseado a través de un control autoritario de parte de los padres, utilizando medidas de presión, censura y castigo,  desde luego “nunca ayudaran a resolver el problema”, muy por el contrario solamente aumentara el conflicto en ese hijo, tanto consigo mismo como con los demás.   

 

Ahora bien si los padres dentro del clima familiar que rodea al hijo con dificultades optan por asumir actitudes liberales, como aquella estrategia conocida en orientación como “laissez faire, laissez passer"  expresión francesa que significa “dejar hacer dejar pasar”, obviamente tampoco será una solución correcta.  Pues tal clima familiar junto con otorgar una completa y desmedida libertad a los miembros que la componen, en este ambiente los hijos podrán hacer entonces “lo que se les antoje”, contexto en que de hecho los padres (si es que hay presencia física de ellos en el hogar) no asumen ninguna responsabilidad ni compromiso en la formación valórica y por ende en la corrección de los incumplimientos.


Por lo mismo, en concordancia con lo dicho, será muy importante estar siempre alerta ante cualquier síntomas de dificultades, problemas o “comportamientos indebidos” que se manifiesten en los hijos como:  reiterada desobediencia, incumplimiento de normas, robo, mentira, fraude, irrespetuosidad, aburrimiento, desinterés, agresividad, nerviosismo, falta de sueño, pérdida de tiempo, fracaso escolar, rebeldía, desmotivación, apatía, relajamiento excesivo y afán permanente de querer tan solo pasarlo bien y divertirse, operando en ellos la  “la ley del mínimo esfuerzo” con extrema comodidad, flojera,  inmadurez y otros tantos síntomas que indudablemente pueden estar asociados a un eventual y claro detonante que debe ser inspeccionado e intervenido a la brevedad, puesto que ello debe obedecer a alteraciones o daño de cierta gravedad en su salud física, social y emocional.


El mal comportamiento de los hijos lamentablemente es un descuido que con el tiempo se ha ido acrecentando, al menos así lo indican los hechos y las estadísticas, influyendo obviamente en ellos los modelos que se muestran por doquier, especialmente a través de los medios de comunicación y en toda la esfera social.


Espantosa realidad que por cierto no podemos estar de acuerdo en lo absoluto, obligándonos a nosotros los padres como a los hijos tener que acostumbrarnos a tan nefastas circunstancias, lo que constituye un serio riesgo para la convivencia, he ahí la importancia de los estilos de educación que los padres debamos implantar en el seno familiar,  sin perder de vista aquellos valores que deben darse tanto en el hogar como en la escuela.   Hacer lo contrario con toda seguridad significaría cambiar nuestros roles en relación con el “Amor” “la paz, y “la armonía”  orientando equivocadamente nuestro quehacer hacia la destrucción  de una sociedad expuesta cada día a una “educación para la violencia” a una “educación para la agresividad y para la corrupción”, “una educación para la delincuencia, el pillaje y el vandalismo”,   alejándonos de esta manera apresurada de ese bello ideal por querer lograr una sociedad más equilibrada, más digna, más justa, más segura y sujeta a las buenas normas y valores.