Es tiempo de una ciudadanía global

Es tiempo de una ciudadanía global

01 Septiembre 2021
Si hay algo que el coronavirus ha venido a reforzar es la globalización y con ello se hace cada vez más evidente lo que los ciudadanos (as) del mundo compartimos
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Por Eva Fuenzalida, docente de Teoría Organizacional, Coach y consultora D.O.

Si dos enamorados caminan en la noche y miran al cielo, verán las estrellas más hermosas de sus vidas y sentirán que sólo ellos las logran ver. Si ese mismo cielo lo ve un(a) astrónomo (a) con sus alumnos(as), les explicará cuáles son planetas, estrellas o satélites y constelaciones. Ahora bien, si quien lo observa es un astrólogo (a) relatará cómo, en distintas culturas, la energía de los astros se ha considerado para planificar la agricultura, hacer rogativas y ceremonias o definir el futuro de los pueblos. 

Miradas desde situaciones y experiencias tan disímiles ¿qué pueden encontrar en común? Lo cierto es que todos reconocen la existencia de un mismo cielo que a ninguno pertenece pero que todos(a) comparten. 

El cielo sirve como metáfora para constatar los muchos otros fenómenos que las personas que habitamos el planeta compartimos de manera global. De su existencia resulta hoy imposible desatenderse o escaparse. Gracias a la tecnología es posible obtener información en pleno desarrollo que suceden en cualquier parte del mundo. Si bien es posible tener distintas interpretaciones sobre ellos, están ahí frente a todos (as) nosotros (as). 

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En esta abundante información a la que accedemos todos (as), es posible identificar un breve listado de fenómenos que también compartimos. El más reciente es, sin duda, la pandemia ocasionada por el Covid 19 y su consecuente crisis social y económica con impacto mundial, que devela, tanto la imposibilidad de la autonomía económica de los países y la inevitable interdependencia. Otro fenómeno es el desarrollo de las redes sociales que ha permeado todos los ámbitos de nuestra vida personal y social tales como la salud, el trabajo, la economía, la educación, la sociabilidad y hasta la forma de enamorarse, a lo que hay que sumar, un impacto ambivalente como lo expresa el documental “El dilema de las redes sociales”. 

Existen otras situaciones generalizadas como la corrupción y el narcotráfico, cuya violencia intrínseca conlleva el debilitamiento de las instituciones y el riesgo de la gobernabilidad de los países. A ello se suman las expresiones de protesta ciudadana, en América Latina y Europa, que dan cuenta de una disconformidad con las decisiones institucionales de los gobiernos vigentes. Hay que agregar, el desarrollo de la robótica, la transición energética y el cambio climático. Todos estos fenómenos se manifiestan en un concierto sin armonía anunciando el final incierto de una época y el inicio de una realidad que aún no podemos describir. 

Si hay algo que el coronavirus ha venido a reforzar es la globalización y con ello se hace cada vez más evidente lo que los ciudadanos (as) del mundo compartimos y me pregunto:

¿Hay voluntades ciudadanas comunes y globales para rechazar el narcotráfico, el uso de la robótica y la tecnología en contra del ser humano y el abuso de minorías dominantes en tantos otros planos?

¿Seremos capaces de construir mecanismos de legitimación de la voluntad ciudadana global?

Esperemos que sí.