El ciclo Maya y la responsabilidad de todos por un Chile mejor

23 Diciembre 2012

Si juntamos toda esa energía y la hacemos positiva en un solo objetivo, que es de lo propio, pero también es colectivo y global, sin duda estaremos sembrando la semilla de la sabiduría, conscientes de nosotros mismos y de lo que representamos en el Universo.

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Por Andrés Gillmore, secretario y vocero Corporación Costa Carrera Cuenca del Baker Aysén.

La vida y todos sus procesos está en un franco proceso de cambio espiritual, en el fundamento de lo que reconocemos como conciencia y su constante evolución. Creemos que estamos viviendo un caos a nivel global y que nos tiene al borde del final apocalíptico que tanto han pregonado los medios de comunicación en los últimos meses. Pero lo que de verdad está sucediendo, es un proceso natural del cambio cíclico de era, que nos hace ser más resolutivos. Tenemos que entender que todo proceso de cambio conlleva una restauración dentro de un “caos” ordenado, que a partir de este 21 de diciembre comenzará definitivamente un nuevo concepto, que según los mayas poco tiene que ver con el fin del mundo. Para muchos el miedo al fin de los tiempos puede ser paralizante y eso es precisamente la intención final de aquellos interesados en que nada cambie y así coartar la libertad del pensamiento y el paso a otro grado de desarrollo y conciencia, frenando la evolución natural. Luego cuando no llega el fin del mundo como pregonan, descalifican el proceso de evolución diciendo que todo es una payasada, cuando en verdad no lo es.

Lo que en verdad indican las profecías mayas, es el cierre del ciclo natural del tiempo en los cuales fundamentaban su visión cósmica del Universo, desde el proceso evolutivo del conocimiento en conjunción con la vida real. Para esta civilización milenaria la transformación es un constante proceso de cambio, muy sincronizado y que está en constante movimiento. Es el término del ciclo natural del tiempo, que para el mundo maya es de 26.000 años. Lo que esta programado para este 21 de diciembre, es precisamente el término de ese ciclo y el comienzo de otro, en el espiral de la evolución de los sentidos y del resurgimiento de una nueva cosmo visión, de un proceso que reconoce valores más humanos y con un mayor sentido común, que se sustenta en el conflicto natural del hombre por su sobrevivencia, en la búsqueda de la armonía y del cuidado del entorno que nos rodea. El cambio en palabras simples, es no estar tan ensimismados en nosotros mismos, conscientes más que nunca del planeta en el cual vivimos y del prójimo.

Los mayas en ningún caso relacionaron el cambio de ciclo con el fin del mundo, es precisamente todo lo contrario. Ellos creían en los movimientos cíclicos y continuos en constante evolución, por procesos que todo lo transforman, entendieron que lo único que permanece realmente en el tiempo es el espíritu, que todo es un viaje constante en la búsqueda de niveles superiores de consciencia en busca del conocimiento y la introspección de nuevas realidades, en la superación propia ante si mismo.

La cosmovisión maya se sustentaba en un sistema interconectado e interdependiente, demarcado por un orden pre-establecido que debe ser vigilado espiritualmente, con respeto, gratitud y moderación, donde el individuo tienen una misión determinada dentro de la totalidad de los elementos que forman el universo del gran todo conceptual, con un trabajo que nace desde lo particular a lo universal, con la función ineludible que todo ser tiene ante la vida de sus semejantes y la proyección de la cosmo visión en el todo total.

Las generaciones que estamos aquí y ahora, tenemos la suerte de poder vivenciar el cambio en el concepto de como enfrentamos la vida y de como las relaciones interpersonales proyectadas ante el modelo de desarrollo actual, de lo social-económico-cultural-científico, se relacionan en función de nuestros objetivos menores, que van en estricta relación con el mundo total que nos rodea.

El cambio está siempre presente en nosotros, día a día somos diferentes y estamos en un constante proceso de transformación y evolución. A pesar del caos que creemos estar viviendo en la actualidad de nuestro fundamentalismo y forma de hacer, la verdad que es solo el proceso natural que toma la transición al enfrentar la responsabilidad, al entender que el cambio esta en nosotros mismos, que como personas debemos generar las condiciones para el cambio. Es el camino de la transformación por el nuevo ciclo, que es ineludible y constante.

Si tuviésemos que identificar el inicio a ese proceso de transformación en nuestro querido Chile, estoy de acuerdo con la antropóloga Patricia Mey que lleva años estudiando el tema de la nueva conciencia y su desarrollo conceptual, que todo comenzó de una manera u otra a partir del terremoto del 27 de febrero. Ese día las energías que fluyeron y revolucionaron nuestro entorno, nos hicieron entender que la vida es mucho más que una satisfacción efímera y que la verdadera esencia de la vida está en la búsqueda constante de mejorar y de poder transitar por los caminos de la autodeterminación, en los diversos procesos en que nos fundamentamos dentro de nuestro pequeño mundo del yo interior. Siendo capaces en esta nueva realidad de proyectarlos a todas las áreas del conocimiento, luchando desde las pequeñas y grandes batallas, que de una manera u otra ponen en juego el proceso evolutivo, desde lo privado a lo público, entendiendo que todo es parte de un gran todo relacionado e interconectado en el espiral evolutivo, que es dictaminado por el cosmos y el universo ancestral que nos rige. Que nada pasa por que si, que todo nos afecta y nos conecta, aunque ocurra a miles de kilómetros de distancia.

Lo que los mayas estudiaron y revelaron en sus investigaciones cósmicas, fue que a partir del 21 de diciembre iniciaremos el proceso de entender esa interdependencia de todas las cosas, desde el punto de vista de la lógica de los eventos. Si juntamos toda esa energía y la hacemos positiva en un solo objetivo, que es de lo propio, pero también es colectivo y global, sin duda estaremos sembrando la semilla de la sabiduría, conscientes de nosotros mismos y de lo que representamos en el Universo. Ese es el verdadero punto de inflexión que debemos entender que nos entrega la Cosmo visión maya.

Desde los confines del universo cósmico que nos rigen ante las leyes de la naturaleza y del conocimiento científico, se ha comenzado de alguna manera a vivir el proceso de la transformación y del cambio de conciencia, que dictamina nuestro actuar, con el entendimiento de que las cosas van y deben mejorar, logrando un mayor sentido común en todos los procedimientos de desarrollo que se llevan a cabo en el planeta.

En los últimos meses ha surgido en Chile el indicio de ese comienzo evolutivo a través de los movimientos sociales, que representan de una manera esa nueva cosmo visión y la entrañable vitalidad que adquirieron. Considero que esa energía vital que antes no estaba, pero que ha llegado para quedarse, es el inicio de la transformación plena pregonada por los mayas.

El cambio lo reconocemos a pesar de todas las imperfecciones y limitaciones con que ha surgido esta nueva energía de cambio. Es el inicio del primer indicio que sustenta el proceso de la evolución cíclica y es el paso natural a entender formas más conscientes del entendimiento humano que los mayas supieron reconocer y proyectar. Tanto así que siglos después en el mundo globalizado y digitalizado de hoy, entendemos la verdad que proyecto el mundo maya.

El país ha estado madurando desde hace unos 24 meses más o menos en forma positiva, en la búsqueda del conocimiento evolutivo de casi todos sus procesos de desarrollo, de una manera que se cree es espontanea, pero que es sugestivamente pre-determinada por el cambio de ciclo. Lo que vivimos hoy debería ser interpretado como el caos de los fundamentos, ante la irracionalidad de un modelo decadente, pero que precisamente en esa decadencia está la buena nueva, de que hemos iniciado el proceso natural de la resurrección vital, al encuentro de la verdadera realidad y que no podemos hacer caso omiso de esa fuerza, porque la esperanza está en nosotros mismos y en nadie más.