Cartas a un extraño: Lo inevitable

Cartas a un extraño: Lo inevitable

26 Enero 2021

Entonces lo entendí. La debilidad de lo inevitable estaba ahí, frente a mí y jamás pude verlo. Su debilidad estaba en su misma fortaleza, era inevitable, tenía que pasar por esto una vez más, sin embargo, ahora sabía dónde la vida iba a golpear.

Carlos Castillo Díaz >
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Miraba por la ventana del auto mientras sentía que no podía encontrar una respuesta a mi “gran problema” y es que cuando se trata de temas del corazón, pareciera que el mundo entero gira entorno a esa persona.

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Resultaba ser que, hace varios años atrás, tenía un amor no correspondido. Como éramos amigos, me dijo que tenía que contarme algo genial que había vivido el fin de semana. Al conocernos tanto, supe de qué trataba, entonces un pequeño pero molesto dolor se quedó en mi pecho.

Sumemos a este hecho que, en este tipo de situaciones sobre desilusiones amorosas, soy un experto, aunque creo que a todos les pasa. Usualmente contamos nuestros triunfos amorosos, nos jactamos de ello, pero pocos reconocen las derrotas en el arte de la conquista. Incluso en el reino animal, donde los machos bailan, muestran sus colores, atributos e incluso pelean con el alfa para dominar a la manada, en la sociedad humana, ocurre la misma batalla, en mi caso me tocó ser el simpático, de todas las virtudes que existen, me tocó esa, por lo mismo siempre termino siendo “el amigo” de la historia. No lo hago con el afán de causar ternura o lástima, sino que lo muestro como un sarcástico reclamo a lo que la sabia naturaleza decidió darme, eso y un dramatismo propio de una teleserie.

Mientras seguía imaginándome los miles de escenarios que podían ocurrir, así como mis planes para que mi reacción no fuera de dolor y sí de apoyo (no era su culpa que yo no le gustara y ella me seguía viendo como un amigo), mi padrino conducía en silencio, sabiendo que algo me pasaba, pero sin intervenir.

Desde que tengo memoria, es la persona más sabia que conozco, incluso llega a ser un poco molesto que siempre tenga razón, pero ante mi confusa mente y en busca de calma, decidí preguntarle ¿Por qué la vida era tan injusta? (les dije que mi dramatismo es real), calmadamente me pidió ser más específico. Sin querer contar que mi desánimo se debía a un hecho amoroso, le conté que siempre tengo que vivir la misma situación, que no era justo enfrentarme a lo “inevitable”.

¿Cómo podríamos evadir algo que sabemos que sí o sí va a pasar? La muerte, una mala noticia, una conversación, entre otras cosas, incluso el mismo amor, ¿Cómo vamos a derrotar una sentencia segura? Mientras complicaba mi argumento, recibí la respuesta más simple y sabia de todas…

Recuerdo textualmente lo que mi padrino me dijo: Déjeme entender bien, le complica algo que es inevitable y que, por lo mismo, usted sabe que sí o sí va a pasar (yo asentí con mi cabeza). Si yo supiera algo que va a pasar sí o sí, si sé dónde justo la vida me va golpear, entonces solo me queda defenderme. Me preparo, me armo, me protejo, total… es inevitable y como ya lo sé, solo debo amortiguar el golpe de la mejor manera posible.

Entonces lo entendí. La debilidad de lo inevitable estaba ahí, frente a mí y jamás pude verlo. Su debilidad estaba en su misma fortaleza, era inevitable, tenía que pasar por esto una vez más, sin embargo, ahora sabía dónde la vida iba a golpear.

Mi padrino sonrió mientras giraba el auto en una curva, quizás porque sabía lo que en el fondo me pasaba: a veces nos complicamos más de lo que debemos, no es que sea injusta la vida, solo que no sabemos comprender al principio por qué ocurren las cosas. Así que, si ya sabe lo que tiene que vivir, prepárese, ármese de valor y créame… dolerá menos de lo que usted espera.

Sonreí y entendí la ventaja de tener a alguien con experiencia como un aliado. Entonces en vez de fijarme en mis problemas, por primera vez, me dediqué a ver el paisaje.

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