Calvarios y torturas: Divorcios por infidelidades

Calvarios y torturas: Divorcios por infidelidades

12 Mayo 2011

Años atrás fui invitado a hablar del tema de las infidelidades al programa N-Migas de Chilevisión. En esa oportunidad, Viviana Núnez y Marcela Vacarezza me consultaron si se podía perdonar un engaño marital.

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Mi opinión fue que la fidelidad era como un espejo. Si lo rompes, puedes pegar nuevamente cada pedacito, pero jamás, jamás será el mismo espejo de antes. A la larga, entre vivir con un espejo roto y cambiarlo por uno nuevo ¿qué prefieres?

La infidelidad es faltar a lo más sagrado: la confianza.


¿Puede mantenerse unido un matrimonio si no existe confianza de por medio?


En mi opinión, no es posible. Mi experiencia por 9 años a cargo de Separadosdechile.cl me motiva a pensar lo contrario.


O sea, si existe algún tipo de conveniencia económica de por medio, o por no hacerle daño a los hijos, sí, sería factible, de hecho conozco casos muy cercanos, en que los cónyuges siguen juntitos, actuando como una pareja happy- happy, enamorada y todo eso. Pero sé que llevan una vida odiosa, más falsa que Judas. Pero aparentan que "son la pareja ideal".


Lo penoso es que, de acuerdo a nuestras estadísticas más recientes, casi la mitad de las separaciones matrimoniales en Chile se deben a infidelidades de uno o ambos cónyuges.

Los relatos de las esposas y maridos se repiten, casi calcados.


Para todos, se vive un verdadero calvario.


Por ejemplo la mujer, cuando recibe señales inequívocas de que algo raro le está pasando a la pareja, advierte actitudes poco habituales en él, queda de pronto, intuitivamente, en estado de alerta. Si las señales aumentan, cambia a un estado de alerta máxima.


Lamentablemente, con el alto índice de infidelidad que tenemos en el país, lo más probable es que su maridito esté efectivamente enredado en alguna relación sentimental y sexual extramarital.


La gran mayoría descubre el engaño. Es cuestión de tiempo y paciencia.

Recién entonces la mayoría planifica el vía crucis al infiel.


Es que para muchas afectadas, la afrenta primero duele, pero luego hay que hacerle pagar esa cochinada, por decirlo elegantemente.


Que le duela. Le tiene que costar caro al desgraciado.


Algunas, cegadas por el dolor, odio y sed de venganza, buscan al primer mortal que se les cruza por su camino para conquistarlo y así pagarle con la misma moneda al infiel.


Recién entonces echan al sinvergüenza de la casa y se divorcian o lo demandan por alimentos.

Otras, lo encaran, pelean, discuten y por semanas lo castigan de las más diversas formas : revientan las tarjetas de crédito con compras, se despreocupan si hay algo preparado para la cena o si tiene una camisa limpia para ir a trabajar, ocultan el control remoto, acumulan cerros de ropa sucia, esconden el papel confort, dejan de pagar las cuentas o se gastan la plata de las cuentas de servicios en la peluquería, gimnasio, cine, paseos con las amistades, entre otras cosas.


Cuando ya se aburren de todo esto y de hacerle la vida miserable al tal por cual, pasan a la etapa de echarlo del hogar y demandarlo por alimentos o por violencia intrafamiliar. De ahí, divorciarse, exigiéndole millonadas en compensación económica.


Curiosamente, de hace un tiempo a la fecha, hay cada vez más esposas infieles y,  aunque cueste creerlo, hay cada vez más maridos cornudos que perdonan un desliz de su esposa.

Así es y esté atento, porque el fenómeno está en alza. Y con las nuevas tecnologías, Facebook, Twitter y todas esas nuevas redes sociales, el panorama no es para nada auspicador. Reunir a amigos del colegio, de la adolescencia, ex compañeros de trabajo, y demases, ahora demora un par de horas, a lo más un par de días.


Se conocen varios factores que gatillan las infidelidades extramaritales, como la insatisfacción sexual o la falta de comunicación con el o la cónyuge. Muchas veces son advertidas por la pareja y desencadena una pelea de proporciones o el quiebre matrimonial inmediato. Sin embargo, se observa una tendencia en "fuerte alza", que conocemos popularmente como "canita al aire" y hoy se rebautizó como el "touch and go" o peor, el "hit and run" extramarital. ¿De qué se trata? Maridos y esposas que, sin sentir ninguna carencia comunicacional, emocional o sexual en el matrimonio, tienen fugaces amoríos con un conocido, compañero de trabajo o vecino.


De una simple atracción física, pasan rápidamente a osados coqueteos, caricias y finalmente un rendezvous en un motel. Empieza y termina todo tan rápido, que la pareja del o de la infiel no alcanza a percibir ninguna señal de alerta. Una costumbre chilena que en la actualidad está muy de moda.


No obstante, la cantidad de cónyuges que llegan a mi oficina a contarme que se están separando, porque pillaron a la mujer o marido engañándolo con alguien que contactaron en las redes sociales, realmente me tiene sorprendido. No llevo las estadísticas del tema, pero créanme, la cifra no es menor. Algunos traen hasta copias de lo que se escribieron entre los amantes, creyendo que les servirá de prueba en un tribunal para divorciarse por infidelidades reiteradas.


A mí por lo menos me llama la atención. Está pasando. Lo estamos viendo.