3 buenas y 3 malas del 2012

16 Enero 2013
Estamos convencidos que enfrentamos un punto de inflexión de nuestra civilización, que requiere reinventar la forma en que nos relacionamos, para avanzar con paso decidido hacia una cultura en que la paz social sea el resultado del desarrollo pleno de todos los habitantes de nuestro planeta.
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Por Ximena Abogabir.

Lo malo

Para mí lo peor del año es la pérdida de credibilidad de instituciones clave para la sociedad chilena: la Iglesia, los establecimientos educacionales, la Justicia, el Parlamento, el sistema eleccionario, la CASEN, las farmacias, entre muchas otras. La confianza es el sustrato que permite que un grupo humano evolucione, por lo que costará años y esfuerzos deliberados para reparar el daño generado.

Entretejido con lo anterior, los avances del narcotráfico en la infiltración de la trama social y en las autoridades a cargo de resolver el problema, es otro cáncer que nos corroe, con consecuencias difíciles de predecir, por su relación con la  egradación humana y su consecuente violencia.

El alza de los alimentos, en Chile y todo el planeta, me preocupa de sobre manera. Por una parte los ecosistemas están viendo superada su capacidad de carga; por otra, el cambio del clima ya es una evidencia. Adicionalmente, las personas que van superando umbrales de pobreza, tienden a incorporar la carne a los platos tradicionales, lo cual impone una tensión adicional a la naturaleza. Finalmente, los biocombustibles y los plásticos biodegradables abren un nuevo mercado a cosechas que podrían haber sido destinadas al consumo humano. No hay que ser bruja para entender que se avecina violencia social.

Lo bueno

A modo de paradoja, me parece altamente positivo que la falta de equidad, la desconfianza, la mala calidad de la educación, la obesidad, hayan logrado instalarse en la agenda pública como obstaculizadores de desarrollo. Desde el momento en que dejan de ser solo un asunto ético, para constituirse en problema económico, las posibilidades de ser abordados aumentan.

Otro fundamento para mi optimismo es la consolidación de la ciudadanía digital que nos convierte a todos en líderes y emisores de información, abriendo espacios insospechados de cambio. La proeza de Greenpeace de haber provocado un cambio radical en los estándares de la industria del vestuario en solo 8 días, (gracias a un video, 700 activistas y 300.000 en redes sociales) es un botón de muestra.

Finalmente, la irrupción de las sociedadesB, con un nuevo modelo emprendedor que asume objetivos sociales, ambientales y económicos (en ese orden), es también una invitación a imaginar que las cosas pueden ser diferentes. Enciende una luz de esperanza constatar que la capacidad de innovar está impregnando todos los espacios humanos, buscando profundos cambios en la forma de abordar los complejos problemas de la humanidad.

Sentirse optimista o pesimista depende de dónde pongo la mirada. Desde el privilegiado espacio de Fundación Casa de la Paz, que se prepara para celebrar sus 30 años de existencia, hemos sido testigos del profundo cambio que hemos experimentado desde el fin de la Guerra Fría. Nos enorgullece haber puesto un grano de arena para que ello ocurriera, y que la humanidad se tornara más humana. Sin embargo, estamos convencidos que enfrentamos un punto de inflexión de nuestra civilización, que requiere reinventar la forma en que nos relacionamos, para avanzar con paso decidido hacia una cultura en que la paz social sea el resultado del desarrollo pleno de todos los habitantes de nuestro planeta. Sólo así podremos mirar el futuro con sincero optimismo. El grupo humano de Casa de la Paz reitera su compromiso con este sendero… por los próximos 30 años.

Foto: Galería de ►Milo►