Opinión: La guerra contra los padres de familia

24 Diciembre 2014

Ya en tierra derecha de la reforma educacional impulsada por el gobierno, cada vez queda en mayor evidencia otro de sus rasgos: La irresponsabilidad.

Andrés Allamand... >
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¿En qué sentido una reforma puede ser irresponsable? En no advertir los efectos negativos que su aplicación puede tener. El ejemplo obligado que se viene a la cabeza es el Transantiago. Era más que evidente que un cambio de esa naturaleza, implementado de “golpe y porrazo” iba a tener efectos desastrosos.

La situación actual es la misma con un agravante: Cuando se discutía la puesta en marcha del Transantiago, los que la impulsaban afirmaban que tenían todos los antecedentes y, por ello, ponían sus manos al fuego que todo funcionaría “sobre ruedas”. En la reforma educacional ni eso ocurre. Cuando se le pregunta al Ministerio de Educación a cuánto asciende el lucro que están obsesionados con eliminar, miran al cielo y admiten que no saben; cuándo se les pregunta cuántos colegios no son dueños de los inmuebles en que funcionan para saber el efecto que tendrá la obligación de obligarlos a comprar (aunque paradojalmente no se pueda obligar a los dueños a vender) levantan los hombros y admiten que no tienen idea.

Varios han sido los partidarios del gobierno que les han advertido sobre lo expuesto. Ex Ministros, académicos e incluso el fundador de Educación2020 quien ha expuesto a quien lo quiera oír que la actual fórmula del proyecto genera efectos “imposibles” de anticipar. Sebastián Edwards, en estos días, ha recordado un antecedente que no debiera haberse pasado por alto: “Chile (asumiendo todas las deficiencias del sistema actual) tiene la educación de mayor calidad en América Latina, mejor que Uruguay, Argentina, Brasil, Colombia, Perú. La reforma lo está cambiando sin tener la menor idea si su sustituto va a ser mejor. Y esto es una tremenda irresponsabilidad”.

Más claro echarle agua.