Hace un tiempo largo que me desvinculé de la economía, nunca me convencieron sus principios ni el famoso ceteris paribus. La única cátedra que disfruté porque la elegí como electivo en la Uach, fue Economía de los Recursos Naturales, dictada por el dr. Teodoro Kausel (QEPD).  Creo que ahí escuché o leí por primera vez sobre la “tragedia de los comunes” o los commons. 

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El clásico ensayo sobre el dilema de los comunes, concluye que, bajo condiciones de acceso libre a un recurso, cada individuo maximizará su beneficio individual por sobre el bien común, llegando así al término del recurso. “Ahí está la tragedia. Cada hombre está encerrado en un sistema que lo obliga a aumentar su rebaño sin límite -en un mundo que es limitado. La ruina es el destino hacia el cual corren todos los hombres, cada uno persiguiendo su propio interés en una sociedad que cree en la libertad de los comunes”. (Hardin 1968, citado en Ostrom 2007).

Por suerte el desarrollo conceptual de la teoría se ha ido nutriendo de las reflexiones en las áreas más diversas, desde la geografía hasta el derecho, pasando por la economía y otras ciencias sociales y ambientales y abarcando recursos comunes globales como los océanos, la atmósfera, la Antártica e Internet, siendo la complejidad creciente de la economía global, la que nos lleva a desarrollar mejores teorías de los sistemas adaptativos complejos, particularmente aquellos que han demostrado ser capaces de utilizar los recursos naturales renovables de manera sostenible en el tiempo, (Ostrom, 2007, Nobel de economía en 2009).

Para Hess (2008) un recurso comunitario es un recurso compartido por un grupo, que es vulnerable al cercamiento, la sobreutilización y el dilema social y que, a diferencia de un bien público, requiere administración y protección para sostenerlo.  En su texto sobre los nuevos commons señala que Hardin en su artículo era un pesimista en cuanto a la colaboración humana, pero la metáfora sigue siendo útil en señalar las amenazas de los recursos comunes no administrados y recursos de acceso abierto, así como la demostración de la necesidad de normas y la gestión participativa de los recursos compartidos.

Como Ostrom y muchos otros autores han señalado en los últimos 20 años de investigación, los recursos comunitarios no son de libre acceso, las personas nos comunicamos, las personas somos capaces de autogestionar recursos y podemos actuar motivados por el bien común o por el bien del recurso, llegando a consensos y acuerdos para gestionarlos.

La idea de los recursos comunes o comunitarios provee una alternativa a la dicotomía entre los bienes públicos y privados. Centra su atención en cómo las comunidades trabajando unidas pueden autogestionar sus recursos, con el fin de vivir de ellos, protegerlos y construir nuevos recursos abiertos compartidos. “Los peces en el mar no tienen ningún valor para el pescador, porque no hay ninguna garantía de que van a estar allí para él mañana si los dejan ahí hoy” (Gordon 1954, citado en Ostrom 1998).

Estoy feliz de amigarme con esta nueva economía, la economía del Bien Común, como le ha llamado Felber en los últimos 10 años y agradezco a profesores como Teodoro Kausel que fueron más allá de lo clásico para mostrarnos otras dimensiones… la de los recursos naturales y nuestra responsabilidad para que sigan existiendo.

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