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Crisis social: La élite frente al espejo

14 Abril 2021
El poder en su forma tradicional tiene su bastión en el orden y la hegemonización de la fuerza, lo ha defendido jugando al límite con la vulneración de los DD.HH. El poder está arrinconado, como boxeador viejo y cansado, tirando golpes de orden y control.
Juan Ignacio Cordero >
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Chile, como comunidad, está inserta dentro de los países hispanoamericanos donde su historia es un clásico relato donde el poder y la ambición ha movilizado a los actores que conocemos como personajes históricos. Desde la llegada del hombre blanco a la América Morena se han construidos modelos piramidales de verdad, orden y discurso, que dejan a ciudadanos de primera y segunda categoría, personas que saben cómo jugar el juego, algunos obedientes aprendices y otros, simples observadores.

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Es así que en función de este orden prestablecido nos han ordenado por color de piel, por ser católicos o cristianos, por saber hablar español o mapuzungun, por ser de regiones o capital, por ser hombre o mujer, por ser bárbaro o civilizado, ser impío o creyente, derecho o izquierdo y así podemos estar todo un día escribiendo realidades binarias que se nos han hecho creer.

Estas divisiones artificiales se sustentan en tres elementos principales, un discurso de orden que genera verdad y control, es así que a lo largo de la historia política y administrativa de Chile nacen ciertas figuras que representan el buen ser social, “el roto chileno”, “Los filántropos”, los “Santos Laicos”, el “huaso”, el “mapuche”, “La dueña de casa”, “El jubilado” “El ciudadano de a pie”, “El emprendedor”, etc. Estas figuras son el equilibrio entre lo que el poder quiere normalizar y las oposiciones de la sociedad del “bajo pueblo”, una tensión constante que le da vida a estas figuras asociada a una capacidad constante de adaptación

Pero ¿cuál es el origen de lo anterior?

Hay dos sucesos desde donde se sitúa esta reflexión: por un lado vemos lo que pasa en Estados Unidos en donde el poder y el orden representado por el control policial rompió ese equilibrio con el abuso de poder con el ciudadano afroamericano George Floyd, ojo que al decir “Afroamericano” hablamos de este buen ser social validado por el poder, con su discurso de integración racial, que es una verdad de consenso, pero que oculta una desigualdad que en estos acontecimiento sale a la luz con toda su fuerza acumulada.como un volcán, evidenciando todas las imágenes de rabia de un cúmulo de verdades invisibilizadas por años.

En el Chile del Covid 19, la política de los consensos post Pinochet se quebró hasta sus cimientos, en base a lo anterior se construyó una verdad que configuró un nuevo discurso, pero falta un punto esencial en esta triada: el orden.

El poder en su forma tradicional tiene su bastión en el orden y la hegemonización de la fuerza, lo ha defendido jugando al límite con la vulneración de los DD.HH. El poder está arrinconado, como boxeador viejo y cansado, tirando golpes de orden y control para desde el miedo controlar a esta gran masa de “incivilizados y bárbaros”. El proceso constituyente y su validación del 78% de los votantes con el Apruebo, fue un golpe de que se debe girar la dirección del timón hacia la comunión con el sentir de lo general, más que construir desde lo específico.

Las desigualdades reprimidas son un arma incontrolable y el poder con su ejercicio está frente al espejo siendo analizado, ¿cuál será la nueva verdad y actores que reproduzcan este nuevo discurso? es algo que se está cocinando a fuego muy lento de lo que la realidad con hambre demanda.

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