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Viernes 18 de Octubre del 2019: Una revolución molecular

13 Julio 2020

Si no podemos controlar la revolución molecular en curso, tendremos el mismo destino del Imperio Romano y desapareceremos como civilización.

Robert Weissohn >
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El estallido revolucionario de octubre en Chile sorprendió a todos. Nadie esperaba revueltas como las que vivimos, especialmente porque nuestros indicadores económicos y sociales mejoraban constantemente y habíamos logrado ubicarnos en una posición de liderazgo dentro de Latinoamérica.  Más sorprendente aún es que el mismo fenómeno se haya manifestado previamente en varios países europeos y latinoamericanos, todos con realidades muy distintas, llegando últimamente incluso a Estados Unidos.

El maestro de la psiquiatría chilena Otto Dörr, señala que estas muestras de rabia y descontento en el mundo occidental tienen una base común, que es más moral que económica. El núcleo ético-mítico sobre la que se asienta nuestra civilización de raíz greco-romana-cristiana, se ha estado erosionando en todas partes. Esto ha provocado una profunda pérdida de identidad, especialmente entre los jóvenes, que empiezan a ser dominados por los medios de comunicación de masas y el consumo. Contribuye además a este cuadro el pobre lenguaje que manejan los jóvenes y otros no tan jóvenes en nuestro país, que les impide interpretar bien su propio comportamiento y el de los demás. Dörr identifica como factor agravante, que ostentemos el triste récord de tener la tasa más alta del mundo en el consumo de marihuana entre escolares y jóvenes. Este vicio no solo afecta las funciones cognitivas, sino que daña también la capacidad de discernimiento ético.

La violenta revolución que ha sido justificada, aplaudida y estimulada por los partidos de izquierda, no tiene líderes visibles y demandas explicitas, por lo que resulta imposible de enfrentar con las herramientas políticas clásicas. Podemos sin embargo identificar ideólogos cuyas obras apuntan a erosionar nuestro sistema de valores y que son los autores intelectuales de la revolución molecular en curso, como la llamó el psicoanalista francés Felix Guattari. Plantea Guattari que para superar la supuesta “explotación” del capitalismo, no solo sería necesario intervenir las maquinarias de poder del estado burgués y sus burocracias, como propone la izquierda marxista clásica, sino que además todos los poderes como el escolar, poder familiar, el poder falocéntrico de la pareja, e incluso el poder represivo del superyó sobre el individuo. ¿Puede ese control alienante considerarse legítimo e inherente a la condición social del hombre, o es posible superarlo? …se pregunta Guattari.

Hayek identificó como característico del orden civilizado ese inevitable conflicto entre lo que nuestros instintos nos exigen y los esquemas normativos que regulan la conducta humana. Pero esas normas son el resultado de un largo proceso de ensayo y error que tomó muchas generaciones y -nos sea evidente o no- hicieron posible nuestra civilización. Y es precisamente esa gradual sustitución de las respuestas innatas por las normas aprendidas lo que nos distingue de los animales. Por lo tanto, el planteamiento de Guattari es un llamado a destruir la civilización y hacernos regresar a las primeras etapas de nuestra especie, retomando nuestra animalidad. Si no podemos controlar la revolución molecular en curso, tendremos el mismo destino del Imperio Romano y desapareceremos como civilización.

Entre las medidas que identifica Dörr para defendernos está la intervención del sistema educacional para desideologizarlo, reforzar los valores tradicionales y restablecer el principio de autoridad. Las religiones, defensoras por excelencia de la tradición, deberán también hacer su parte.  En el corto plazo, solo queda confiar que las más altas autoridades den el ejemplo cumpliendo ellos mismos la legalidad y haciendo respetar el estado de derecho. Lo que parece tan natural y obvio, al parecer no resulta tan fácil por el deterioro en que se encuentra nuestra institucionalidad. Será necesario entonces que en estas circunstancias extremas y por el bien de la nación, el Presidente esté dispuesto a tomar las decisiones que sean necesarias para reestablecer el estado de derecho, aunque eso implicara arriesgar su destino individual.   

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