Chile, el vecino desagradable

29 Enero 2014

Chile ahora toma té por las tardes y busca en su árbol genealógico algún parentesco con aquellas personas de bien que le visitan, ignorando a su familia media morena, media mestiza.

Eltor Ortega >
authenticated user

Chile es el vecino que nadie quiere tener, reconozcámoslo. 

Es el vecino que se cree superior a los demás, que tiene una casa a medio andar pero que presume ser el mejor; mira a sus vecinos de calle en menos y se compra ropa cara que apenas puede pagar. El vecino que no habla con nadie y que sólo acepta invitaciones a comer que le hacen personas del sector alto, en condominios, gente que le invita sólo para que sirva de bufón. Chile, el vecino desagradable, va a esas reuniones, y cuando vuelve a su población llega en taxi, no toma micro; llega haciendo bullicio, para que lo noten.

En una conversación de sobremesa los dueños de casa le comentan a la visitas que el balneario estaba lleno de peruanos y bolivianos. La broma obvia surgió. Que los peruanos, si Chile pierde en La Haya, sería mejor que se fueran, comentaban. Uno de los comensales agregó que tiene un compañero de trabajo peruano y que era gracioso, porque era el centro de burlas de todos los trabajadores.

En los noticieros hay especial énfasis en la ciudad de Arica, ciudad que mágicamente había existido sólo de nombre en años anteriores. Allí, con sus enviados especiales, con sus micrófonos de distintas formas y colores, entrevistan a ariqueños y peruanos residentes. Contrastan. Siguen el recorrido de la señora que viaja a Tacna y va a restaurantes en donde los amigos peruanos le sirven comida, son buenos cocineros, enfatizan. Hermandad.

En la casa del vecino Chile, en la población que tiene un letrero en la entrada norte, de madera, escrito a martillazos. En esa calle, los vecinos miran mal a Chile. Le odian. Pero no se lo dicen. Ven pasear al vecino Chile con gente bien vestida y educada, hablan bien, se les entiende; no como el vecino desagradable.

El vecino Chile adopta costumbres de esas personas, las que viven en casas mucho más grandes y lujosas. Chile ahora toma té por las tardes y busca en su árbol genealógico algún parentesco con aquellas personas de bien que le visitan, ignorando a su familia media morena, media mestiza.

En algún lugar del país, un joven, desde su celular, su Smartphone; discute, argumenta y filosofa, a través de Twitter, con otros usuarios. Él está a favor de la integración latinoamericana, de la buena vecindad. Tiene firmes argumentos sobre ello y se empecina en demostrar a los demás patriotas su ignorancia. El joven toma un descanso y respira, llama a su nana peruana para que le lleve un vaso de jugo, natural, si es posible.

Mucho se dice que en Latinoamérica todos debemos ser hermanos, enarbolan ese clásico de Los Prisioneros aduciendo que somos un pueblo y que el enemigo es otro, es más grande y poderoso que nosotros, allá en el norte. 

Pero la verdad es que al parecer ningún país nos quiere a los chilenos de hermanos, somos insufribles. Unos jaguares de zoológico, unos ingleses de poca monta, mal venidos. Nos aguantan a duras penas. Los hermanos peruanos y bolivianos nos parecen inferiores; nos arrodillamos frente a los usurpadores europeos.

Soy un vendepatria, un comunista de tomo y lomo. Ese pedazo de mar ya no es importante. Tal vez si, sólo si ahí existiese la fórmula de la vida eterna. Lo dudo. Mientras, que se lo quede cualquiera. Una bandera flameante me odia. 

En este vecindario nunca tendremos hermanos, estamos solos. Queda ser buenos vecinos, cosa difícil.