[Opinión] Chile: Una visión del pasado en el mundo del futuro

09 Abril 2018

Nunca he entendido bien por qué somos miembros de la OCDE, si sabemos que somos un país subdesarrollado, que basa su economía en la catastrófica simplicidad de la explotación de los recursos naturales.

Andrés Gillmore... >
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Cuando analizamos la forma y el fondo en la que nos movemos como sociedad, no deja de ser impactante ver cómo a pesar que somos una sociedad globalizada en muchas de las instancias esenciales, nos hemos transformado con el pasar de los años en una paradoja mutante. Pasamos de ser un país exitoso con fundamentos de derecha a movernos desde gobiernos de izquierda con ideas del pasado, a un gobierno de derecha con ideas del futuro pero sin entender el pasado. Hace unos días nos enteramos que el Presidente Sebastián Piñera, que es una mezcla de ideas DC del pasado entumecidas por los intereses de la UDI, quiere transformarse en el nuevo Patricio Aylwin del siglo 21 y dar inicio a lo que ha denominado la transición moderna del Estado, retrotrayéndose a los años 90 cuando en verdad lo que necesita la sociedad chilena es por sobre todas las cosas estar en el presente proyectando el futuro.

Lo primero que se me viene a la cabeza, como simple ciudadano, es que a pesar de todo y de todos, somos básicamente un país del pasado en el mundo del futuro. Nos cuesta entender que mucho de lo que discutimos y rasgamos vestiduras en la actualidad, son temas superados en sociedades desarrolladas, tal como lo fue en su momento la ley de divorcio y la de hijos naturales, entre otras leyes que tanto le costó entender a la derecha. Todas eran una necesidad para la evolución social, entendiéndose que se transformaría en parte trascendental de nuestras vidas.

Nunca he entendido bien por qué somos miembros de la OCDE, si sabemos que somos un país subdesarrollado, que basa su economía en la catastrófica simplicidad de la explotación de los recursos naturales y que, por eso mismo, no hemos tenido la posibilidad de desarrollar una industria nacional para entregarle valor agregado a esos recursos naturales que han enriquecido a tanta empresa transnacional. La entrada de Chile en este selecto grupo de países desarrollados de por sí es muy extraño, como lo puede ser que Colo-Colo fuese invitado a ser parte de la Champions League en Europa; más que nada fue una invitación estratégica de los intereses de los países desarrollados, para que las grandes empresas de la OCDE pudiesen entrar al país con más facilidad a explotar nuestros recursos naturales. Esos mismos intereses nos decían que las Energías Renovables eran un espejismo, que no eran una buena opción, en un Chile con la mayor potencialidad del planeta en este tipo de generación energética.

En muchas materias ni siquiera nos acercamos en forma y el fondo con que los países miembros manejan sus desarrollos internos y la toma de decisiones. Como buen reino del pasado en el mundo del futuro, se hace normal que reyezuelos nos hagan aceptar que los grandes intereses que representan, que no son otros que las empresas corporativas mundiales. Así, abusan de nuestra precaria legislación y la inexistente fiscalización en temas ambientales y sociales, para obtener en nuestros territorios regionales millonarias utilidades, posibilitado por el lobby político y gubernamental que ejercen en nuestras organizaciones políticas. En resumen, les hace posible invertir poco y ganar mucho, dándole forma al Chile que necesitan las grandes empresas y no el que los chilenos quieren tener.

La OCDE remitió un informe hace unas semanas recomendando que se cobrarán más impuestos a las grandes empresas. Sin embargo, en nuestro querido y amado Chile, el gobierno de ChileVamos piensa hacer todo lo contrario. Se entiende que las realidades son opuestas, pero como ciudadanos no podemos olvidar que somos un país caro de vivir en comparación con los desarrollados y con sueldos subdesarrollados, con un IVA del 19% en todos los productos. De esta manera pagamos contribuciones altas hasta incluso por transitar, con una salud y una educación carísima y de pésima calidad, aunque hablemos de la privada, demostrándonos la esencia del capitalismo chilensis criollo, que suele ser más brutal que el mismo modelo americano, al proponer la sencillez del libertinaje mercantil.

Cuando revisamos los modelo de países desarrollados como Inglaterra, Alemania, Noruega, Canadá y Australia en los formatos productivos, entendemos el por qué estamos atrasados, al sustentarnos con números y gráficos, sin armonizar esos índices con el mundo social, ambiental y cultural del hacer bien como sociedad.

En términos de ética, buenas costumbres y sentido común, está claro que somos una sociedad colonialista-feudal y moderna en ciertos aspectos y nos han hecho aceptar que existan ciudadanos de primera, segunda y tercera. Además, hace poco nos enteramos que también existen los ciudadanos premium, aquellos que están arriba del bien y del mal, y un poco más arriba también en algunos casos, que son la casta de las familias de los grandes empresarios que heredaron los procesos productivos de la dictadura de Pinochet, que tienen ramificaciones estratégicas en el mundo político, para hacer que ese poder se proyecte y sea siempre superior y en lo posible perpetuo.

En el año 2011 la ciudadanía se dio cuenta de las terribles irregularidades que nacían del mundo político y que los congresistas en quienes confiábamos no eran tan honorables como decían ser; pero a pesar de todo y de todos, poco y nada ha cambiado el escenario. No porque tengamos un Florcita Motuda y una Pamela Jiles o los muchachos del Frente Amplio en el Congreso significa que el cambio está por verse, sobre todo si contamos con una izquierda ideológicamente en el pasado oponiéndose a todo lo que dice la derecha oligárquica y una derecha oponiéndose a todo lo que quiere la izquierda, ante una ciudadanía que es mucho más que toda la izquierda y la derecha juntas.

Basta con salir de Chile para darse cuenta que temas que nos complican con enconadas trifulcas y profundas divisiones sociales, en países desarrollados no son tema y se aceptan como parte de la evolución natural del hombre moderno y su constante evolución social. En Chile creemos que por los valores de esta pseuda democracia chilensis, se puede decir cualquier cosa y bajo ese principio ideologías que creíamos muertas y fuera de uso han resurgido en forma intempestiva tanto en la izquierda como en la derecha. Si queremos que la democracia se transforme en un bien de todos y no sólo para el beneficio de unos pocos, es indudable que deben ponerse límites a lo que se dice y se hace.

Un país con serias reminiscencias del pasado en el mundo del futuro como nuestro querido Chile, debe entender que globalizarse no es un tema de comercio exterior solamente. Una globalización moderna, efectiva y sustentable, es entrar en la evolución de las ideas y en la forma de pensar, construir y planificar el desarrollo que queremos y de acuerdo con las ventajas comparativas de lo que somos y queremos ser; el resto es palabra muerta.