esta catástrofe natural, en especial del borde costero, y conversar con las personas afectadas. Lo primero que salta a la vista es la incertidumbre, que se deriva ya no de la emergencia vivida y que nos puso a prueba a todos, sino de lo que vendrá. No hay claridad y la información es escasa y confusa respecto de los planes y proyectos para materializar esta anhelada reconstrucción.

El problema de la vivienda es el que más urge. Y aquí hemos detectado varias situaciones que considerar. En primer término, la de las miles de familias que viven en campamentos, con serios problemas de habitabilidad, con hacinamiento, con carencia de agua potable y baños en sus viviendas. Es decir, en condiciones precarias.

También están las familias a quienes se les ha anunciado la expropiación de sus propiedades, tanto en el borde costero como en otros sectores, que serán erradicadas a otras zonas, aunque sin tener claridad de a dónde, en qué condiciones ni cuándo.

Otro grupo de afectados son aquellos que no tienen título de dominio y que están en la categoría de allegados, quienes tampoco saben qué pasará con ellos. Y finalmente, están los damnificados con sitio residente, a muchos de los cuales se les está construyendo sus viviendas, aunque hemos conocido casos en que la calidad de estas construcciones deja mucho que desear, evidenciando una falta de fiscalización por parte de los organismos respectivos.

En general, respecto de todas estas situaciones, el principal problema es siempre la falta de información y la escasa o nula participación que han tenido las familias en la definición de las soluciones que les ofrece el gobierno.

Esta falencia por parte de los organismos estatales ha incidido en un deterioro de la salud mental de las personas afectadas, generando angustia y una alta vulnerabilidad, de la cual nadie se hace cargo, lamentablemente.

Creemos que es importante no sólo preocuparse de los aspectos materiales de la reconstrucción sino también de la reconstrucción mental y espiritual de nuestro pueblo, de entregar las herramientas que permitan que mujeres, hombres, jóvenes, adultos mayores y niños puedan enfrentar de mejor forma la adversidad en que se encuentran. La reconstrucción  pasa por el ser humano y en ello vemos una tremenda debilidad que hay que abordar lo antes posible.

Este aspecto lo hemos planteado a la Comisión Investigadora sobre el Seguimiento de la Reconstrucción, donde hace un par de semanas conocimos los resultados de un estudio hecho por investigadores de la Universidad de Concepción, que determinó que un alto porcentaje de niños que habitan en localidades del borde costero, presenta estrés post traumático tras el terremoto.

Seguramente este problema también será planteado este martes 5, cuando a la sesión de la Comisión concurran representantes de campamentos, de sectores expropiados y de otros damnificados del terremoto, a exponer ante los parlamentarios la situación en que se encuentran tanto en lo material como en lo mental y espiritual. Lo que allí se nos plantee podremos contrastarlo con la información que hasta ahora nos ha entregado el gobierno, para posteriormente constituirnos en terreno para verificar in situ en qué está la reconstrucción a trece meses del terremoto y así poder emitir conclusiones y recomendaciones que permitan corregir las carencias detectadas y avanzar hacia una reconstrucción realmente participativa.