Las Grietas del Terremoto en Chile

Las Grietas del Terremoto en Chile

09 Marzo 2010
La catástrofe ocurrida recientemente, no solo hizo resaltar los errores del gobierno y la buena voluntad de los particulares, sino también, la más profunda miseria que guardaban algunos. Por Ricardo Rivano
Ricardo Rivano >
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La Presidenta decretó el estado de catástrofe, sólo horas después del terremoto, permitiéndonos dar un suspiro de tranquilidad debido a los buenos augurios que vaticinaban la pronta respuesta de la autoridad. Bastantes días después, es claro. Nos equivocamos.
Mientras vivíamos el estado de excepción, el tema primordial fue el pillaje. Y como en toda cuestión, los diferentes puntos de vista sobresalen. Ahora para encontrar las distintas visiones son las preguntas pertinente ¿quienes saquean y porque saquean? Luego, las respuestas correspondientes, que son tres: (1) saquea sólo el lumpen, ya que ésta desgracia facilita el robo; (2) de igual modo que los criminales, los desesperados han salido en busca de agua, comida y refugio; o (3) ya no son desesperados ni ladrones comunes, sino que, personas con las que usted comparte a diario, que se han vuelto incontinentes, han olvidado sus virtudes y liberado los más oscuros deseos de satisfacción material, arrojándose a la calle para encontrar los objetos que por años el mercado le ha exhibido, pero que sus sueldos les ha negado.
A simple vista parece fácil encontrar de lo tres, sólo con mirar a las calles. Entonces a continuación parece mejor preguntarnos, ¿quienes son los peores? Los primeros un mal sin extirpar, pero al fin y al cabo un mal conocido; los segundos el reflejo de la mala reacción de las autoridades y para los cuales todos seguramente estaríamos dispuestos a aportar y ayudar; ahora en los terceros, gente con actitudes más de animales que de hombres con razón, encontramos la mayor preocupación, esa inquietud por aquel que no contiene sus ansias de adquirir, a pesar de tener sus necesidades básicas cubiertas y estar frente a la triste angustia de muchos. Es en ellos en los que el terremoto derribo lo mas preciado, el amor al resto y a si mismos.

Ahora bien, de preguntarnos como defendernos resulto el desenlace obvio ¡que salgan los militares! No obstante, no nos dimos cuenta que esa respuesta evocaría la materialización de una fotografía guardada (las metralletas en las calles) y resucitaría los recuerdos de años tristes. Sin importar lo anterior, la seguridad debía imponerse y el ejército fue bien recibido hasta por los mas liberales.

Pero como el miedo seguía rondando y aun se podía hacer más, prácticamente en todas las poblaciones, con gran espíritu ciudadano, los vecinos se organizaron en pos de ayuda mutua contra los desalmados. Inconvenientemente nació otro problema, y es que cuando a las buenas intenciones se suma el miedo y los rumores que provocan sugestión, el resultado es una buena mezcla para ensalzar a los lideres mas violentos, esos que claman a viva voz, entre sus vecinos, por las armas para patrullar la localidad, y así olvidan que es el estado quien tiene el monopolio de estas; estos mismos son quienes se atreven a liberar en intentos de hombres (niños) la decisión de sobre quien disparar, exponiendo a propios y ajenos.
En conclusión y pensando además en los especuladores de precios y los acaparadores de bienes, fue durante el estado de catástrofe y de igual modo como el terremoto lo hizo con la tierra, el momento en que a algunos, el sismo también los sacudió y agrieto, dejando a través de ésta grietas el umbral de escape a los instintos más detestables del ser humano. La falta de amor al prójimo.