Terremoto en Concepción: Ahora sé quienes son mis vecinos

Terremoto en Concepción: Ahora sé quienes son mis vecinos

08 Marzo 2010
Ha pasado una semana después del sismo y al comienzo nos mirábamos con cara de "¿y quién es el que vive al lado mío?", pero ahora hasta podríamos organizar la junta vecinos post-terremoto. Por Paula Venegas
Paula Venegas R >
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Sábado 27 de Febrero por la madrugada: nos habíamos acostado hace poco con mi mamá, cuando empezó el remezón. Ella se paró bajo el umbral de mi puerta y empezó a gritar: "¡Paula, sale de la cama!¡Párate!" y yo no me podía levantar, era tan fuerte el movimiento en el departamento que me iba para atrás, como las tortugas, trataba de pararme de la cama. Sentí como se caían las cosas en mi pieza, el movimiento de la lámpara en el techo. Entre tanto remezón, mi mamá de lo único que se acordaba era de "sus vasos y copas finas". Cuando pasó el terremoto, nos vestimos y nos quedamos en la entrada del departamento. Nos acordamos del matrimonio mayor que vive al lado y le empezamos a golpear la puerta. Don Luis, nos abrió y nos dijo que él y su señora estaban bien. Y paf, portazo en la cara.
En eso, subió el conserje para decirnos que iba a cortar la luz, el agua y el gas, y sentimos unos gritos en la escalera que lleva al cuarto piso. Era una vecina que bajaba afirmada a la pared y con una linterna. Estaba sola. Nosotras la invitamos a pasar y conformamos el "albergue de las mujeres solitarias".
La vecina se presentó, su nombre es María Luisa, nos contó que era viuda y nos quedamos conversando las 3 sentadas en el umbral de la puerta principal. El conserje volvió y nos dijo que apenas aclarara se iba a ir a su casa, la vecina le pidió que la acompañara a su departamento para buscar su cartera y ropa. No sé cuantos minutos pasaron. Cuando volvieron nos comentaron que un departamento del cuarto piso tenía la puerta abierta y que la cerraron porque seguramente, había sido el sismo la que la habría abierto.
En eso sentimos pasos en las escaleras y nos encontramos con un joven envuelto con una toalla y un chaleco, reclamando porque se había cerrado la puerta de su depto y había salido sin llaves. Nos miramos... casi nos ponemos a reír, pero no lo hicimos por respeto a él. El nos contó que estaba solo, se despertó con el terremoto y salió arrancando a la calle.
Amaneció, se fue el conserje, mi mamá le pasó herramientas al "joven de la toalla" (como lo bautizaron en el edificio) y largas horas después, regresó con un amigo a devolvernos las herramientas y le ayudaron a mover la tele, el estante donde estaban guardados los "vasos y copas finas" y se fueron.
Día 2:
Después de muchas horas llegó mi pololo (el terremoto lo encontró en viaje a Conce en el bus) y empezamos a golpear las puertas de los departamentos para saber quiénes estaban. María Luisa se despidió porque la pasaron a buscar sus hijos y se fueron a Talcahuano. Todos los departamentos del 4 y 5 piso estaban vacíos.
En el segundo piso, encontramos en el 301 a un matrimonio con sus 2 hijas y en el 302 a otro matrimonio con sus hijos y familiares. Nos avisamos que estábamos bien y que cualquier cosa teníamos que comunicarnos.
Entre medio de este censo, se desató la locura y sicosis por los saqueos que me enteré por medio la radio del mp3 y don Luis decidió que cerráramos la puerta del edificio con doble llave y la puerta de acceso a los estacionamiento con seguro. Alguno de mis vecinos dejó escrito en la pizarra estas instrucciones y todos cumplimos.
Día 3:
Llegó mi hermano del sur con provisiones de Osorno, la vecina que pasó con nosotros el terremoto nos pasó a visitar, nos dejó chocolates, conservas y nos trajo un termo con agua caliente. Ese día casi todos los vecinos estaban en el estacionamiento mirando la vida pasar, copuchando y conociéndose mucho más. Ya estábamos en toque de queda y empezó el "mercado negro" entre nosotros: préstamos de cargadores de celulares para los autos, diarios, intercambio de noticias, etc.
Día 4:
Uno de los vecinos logró que el estanque de agua de emergencia (y que funciona con electricidad, cosa que no teníamos) nos surtiera de este elemento, otro vecino pegó un cartel que decía "úsese con moderación" y nos íbamos prestando potes de helado para vaciar el agua del piso que inundó la conserjería. Todo servía para mantener los baños menos tóxicos de lo que ya estaban. En eso, una de las hijas del vecino, abrió el portón de los autos y adoptó un perrito. Le dimos agua y las niñas le dieron comida pero don Luis lo dejó en libertad porque el can era de la casa de enfrente.
Día 5:
La vecina del 202 nos convidó pan amasado, mi mamá le repartió a mis vecinos del 301, unos tarros en conserva, agua y chocolates. Don Luis pasó en la noche a dejarnos unos tarros de espárragos y le repartió a los pisos de abajo también. Sus nietos le habían dejado mercadería ese día.
Fue otra noche de copucheo en los estacionamientos, de prestar los cargadores de celulares, de hacer puente a una camioneta que se quedó sin batería. Esa noche, los vecinos nos contaron que "el joven de la toalla" había arrancado en pura ropa interior y que ellos les prestaron unas pantuflas y la toalla. El conserje le facilitó el chaleco y comentaban si alguno de nosotros sabía de él y de cómo estaría.
Día 6:
Fue el día en que Don Luis pasó gritando por los departamentos que había llegado la luz, la vecina del 202 nos dejó más pan amasado y nosotros repartíamos diarios en los departamentos. Ya había vuelto casi todo a la normalidad, ya había timbre, pero ya no nos juntábamos a copuchar en los estacionamientos.
Porque estábamos todos afuera del edificio tratando de convencer a los carabineros que estaban en la esquina de nuestra casa, que vivíamos allí y nos pusimos a conversar con ellos sobre el edificio que está en Freire con Ongolmo para saber la fecha exacta de la demolición. Pero nadie tenía idea y dudo que hasta la fecha alguien sepa algo de este tema.
Ese día, llegó uno de los conserjes y nos ayudó a limpiar el edificio y nos dijo que la basura había que botarla en la esquina porque el "shaft" ya estaba colapsado. Además, que el camión de la basura ya estaba pasando así que los desperdicios no iban a estar en la calle para siempre. Pero hasta la fecha, no ha pasado nada.
Y ya que llegamos casi al final del 7 día, no he visto a mis vecinos porque tenemos luz y "qué lata" que haya tenido que pasar un terremoto para que nos hubiésemos conocido y saber de la existencia de los unos y de los otros.
Ojalá uno pudiera tener mayor comunicación con sus vecinos y no vivir en la isla de la individualidad a la que estábamos acostumbrados antes del terremoto. Pero ahora, quién sabe, si con los vecinos hacemos una reunión post- sismo para conocernos mejor.
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Imagen de Elsa Robles Peña

Creo que Dios nos quiso

Creo que Dios nos quiso juntar y aprender a girar la cabeza para mirar y saludar al de al lado, en nuestro condominio ahora somos comunidad, todos nos saludamos y velamos por el otro, aunque se nos cayó el segundo nivel de nuestro estacionamiento quedando nuestros autos completamente aplastados, acampamos, hicimos olla común, hasta tortillas salieron del fogón que permitía cocinar, gracias a Dios ganamos en corazón, en solidaridad, en empatía...lo demás se recupera.

Imagen de Rodrigo Navia Cisternas

Gracias a ésto, supe que

Gracias a ésto, supe que tengo una vecina argentina y su hermano, delegado de pasaje además, es profesor de historia. Hablé con una vecina que antes solo me había retado por maltratar a sus hijos. Una experiencia de concilio, ayuda y solidaridad.

Imagen de andrea

hay un grupo en facebook,

hay un grupo en facebook, que se llama "por culpa del terremoto yo también conocí a mis vecinos" y a mucha gente le pasó lo mismo